Después del trasplante
en enero de 2009, me propuse retomar la actividad deportiva con el objetivo de
reponerme cuanto antes del trasplante, convencido de que el ejercicio físico es
la mejor terapia que se puede realizar para recuperar la salud, en tres aspectos
fundamentales para el trasplantado: el emocional, el físico y el social.
Comencé el primer año a
participar en carreras de 10 kms. organizadas por el IMD de Sevilla y ya en el
segundo año de trasplantado, hice la media maratón de Sevilla y después la de
Sevilla-Los Palacios. Ni que decir tiene que siempre estaba supervisado y
autorizado por mi querido Dr. Pascasio, que se alegraba mucho de los objetivos
conseguidos.
Así trascurrieron los
primeros 5 años de mi nueva vida, en cuanto a actividad física se refiere. Las
analíticas se asemejaban a la de una persona sana, excepto en una cosa; el
virus de la hepatitis c seguía como una espada de Damocles pendiendo de mi
cabeza esperando asestar su golpe fatal, pero no lo consiguió; afortunadamente
en febrero de 2015, comencé a tomar un tratamiento de antivirales de nueva
generación y después de 12 semanas, el virus desapareció totalmente de mi
cuerpo. Por fin la fecha de caducidad de mi órgano trasplantado se fue junto
con el virus c, y la satisfacción y tranquilidad que sentimos mi familia y yo,
merece otra página en el Rincón del Socio de otro número. Y para celebrarlo, no
se me ocurre otra cosa que el gran desafío de realizar una triatlón. “Estás loco”, era la frase más oída
durante los siete meses de entrenamiento que me llevaron a preparar la XX
triatlón de Sevilla, el 29 de mayo de 2016. La prueba consistía en hacer 750
metros nadando, 20 kms. en bici y 5 kms. corriendo; escucha, sin parar, una
tras otra. En mi vida me había visto en tal aprieto. Loco no, lo siguiente.
Aunque veterano en mil
batallas, los nervios antes de la prueba siempre están ahí, acompañándome para
advertirme de la responsabilidad a la que me voy a enfrentar, porque con las carreras
que realizo, quiero demostrar, que después de un trasplante se puede hacer la
actividad que nos propongamos, alejando con ello el rótulo de enfermo o
discapacitado que algunos llevan en su frente pegado. Pues no señor, no me da
la gana. Adelante siempre.Y ahí está el tío, el
29 de mayo, rodeado de cuerpos, la mayoría esculpidos en máquinas de gimnasio,
haciendo mil estiramientos, flexiones y demás ejercicios, del todo necesarios,
pero que yo no era capaz de realizar porque mi vista estaba fija en el
majestuoso Gudalquivir, que guardaba entre sus entrañas las cenizas de un
tesoro arrebatado un 7 de mayo de 2015; el pantalán de salida se fue hundiendo
por el peso de los participantes y, señoras y señores, yo, os lo juro, sudaba,
sudaba y estaba de agua hasta las rodillas; “pero por Dios, que den la salida que me voy a morir”!. Y se dio la
salida, como no. “Enrique tu a lo tuyo”.
En principio lo mío no era hartarme de llorar nada más tuve contacto con el
agua, y así comencé mis primeras brazadas, llorando y venga a llorar, con una
presión en el pecho que casi no me dejaba respirar; recibí una patada en la
cabeza y un manotazo en la cara, más un buen trago de agua, no demasiado limpia
por cierto, pero para mí, milagrosa; me hizo levantar la cabeza, me paré para
relajarme un poco y brazada tras brazada empecé a disfrutar de la natación
hasta completar los 750 mts. de nado. Salí del agua con mucha fuerza y desde
ese momento todo pasó muy rápido, al menos eso me pareció a mí. Los 20 kms. de
bici los disfruté como nunca antes había disfrutado una prueba en bicicleta, animando y animando,
a los que pasaba y a los que me pasaban. Y por último me calcé los botines y me
dispuse a completar los 5 kms. que me separaban de un triunfo personal que me
había propuesto, y ahora, si tenía tiempo para pensar en mi donante (siempre lo
hago en las pruebas que participo) y en mi padre que nos había dejado hacia
justo un año.
Cuando me paré después de cruzar la meta, busqué un rincón donde
desahogarme y volví a llorar, esta vez de satisfacción y orgulloso de haber
superado la prueba deportiva más difícil a la que me había enfrentado. Se me
acercó un colega que también corría y, después de abrazarnos me dice: “quiyo para ser tu primer triatlón no está mal, parece que te han puesto un cohete”,
y del llanto pasé a la risa porque un cohete no llevaba, pero propulsión
extra si, y ya os imagináis de donde venía, así que si queréis aceptar un
consejo, hacer alguna actividad física, porque seguro que os ayudará a llevar
mejor cualquier enfermedad a la que estéis sometidos, y
no olvidéis que los trasplantados tenemos una gasolina especial que nos suministrará
una fuerza extra en todos aquellos momentos en los que la necesitemos.
Gracias profesionales
de los trasplantes, donantes y familiares.
Autor: Enrique Delgado