Páginas

Archivo del blog

miércoles, 5 de octubre de 2016

Un gran desafío


Después del trasplante en enero de 2009, me propuse retomar la actividad deportiva con el objetivo de reponerme cuanto antes del trasplante, convencido de que el ejercicio físico es la mejor terapia que se puede realizar para recuperar la salud, en tres aspectos fundamentales para el trasplantado: el emocional, el físico y el social.


Comencé el primer año a participar en carreras de 10 kms. organizadas por el IMD de Sevilla y ya en el segundo año de trasplantado, hice la media maratón de Sevilla y después la de Sevilla-Los Palacios. Ni que decir tiene que siempre estaba supervisado y autorizado por mi querido Dr. Pascasio, que se alegraba mucho de los objetivos conseguidos.
Así trascurrieron los primeros 5 años de mi nueva vida, en cuanto a actividad física se refiere. Las analíticas se asemejaban a la de una persona sana, excepto en una cosa; el virus de la hepatitis c seguía como una espada de Damocles pendiendo de mi cabeza esperando asestar su golpe fatal, pero no lo consiguió; afortunadamente en febrero de 2015, comencé a tomar un tratamiento de antivirales de nueva generación y después de 12 semanas, el virus desapareció totalmente de mi cuerpo. Por fin la fecha de caducidad de mi órgano trasplantado se fue junto con el virus c, y la satisfacción y tranquilidad que sentimos mi familia y yo, merece otra página en el Rincón del Socio de otro número. Y para celebrarlo, no se me ocurre otra cosa que el gran desafío de realizar una triatlón. “Estás loco”, era la frase más oída durante los siete meses de entrenamiento que me llevaron a preparar la XX triatlón de Sevilla, el 29 de mayo de 2016. La prueba consistía en hacer 750 metros nadando, 20 kms. en bici y 5 kms. corriendo; escucha, sin parar, una tras otra. En mi vida me había visto en tal aprieto. Loco no, lo siguiente. 
Aunque veterano en mil batallas, los nervios antes de la prueba siempre están ahí, acompañándome para advertirme de la responsabilidad a la que  me voy a enfrentar, porque con las carreras que realizo, quiero demostrar, que después de un trasplante se puede hacer la actividad que nos propongamos, alejando con ello el rótulo de enfermo o discapacitado que algunos llevan en su frente pegado. Pues no señor, no me da la gana. Adelante siempre.Y ahí está el tío, el 29 de mayo, rodeado de cuerpos, la mayoría esculpidos en máquinas de gimnasio, haciendo mil estiramientos, flexiones y demás ejercicios, del todo necesarios, pero que yo no era capaz de realizar porque mi vista estaba fija en el majestuoso Gudalquivir, que guardaba entre sus entrañas las cenizas de un tesoro arrebatado un 7 de mayo de 2015; el pantalán de salida se fue hundiendo por el peso de los participantes y, señoras y señores, yo, os lo juro, sudaba, sudaba y estaba de agua hasta las rodillas; “pero por Dios, que den la salida que me voy a morir”!. Y se dio la salida, como no. “Enrique tu a lo tuyo”. En principio lo mío no era hartarme de llorar nada más tuve contacto con el agua, y así comencé mis primeras brazadas, llorando y venga a llorar, con una presión en el pecho que casi no me dejaba respirar; recibí una patada en la cabeza y un manotazo en la cara, más un buen trago de agua, no demasiado limpia por cierto, pero para mí, milagrosa; me hizo levantar la cabeza, me paré para relajarme un poco y brazada tras brazada empecé a disfrutar de la natación hasta completar los 750 mts. de nado. Salí del agua con mucha fuerza y desde ese momento todo pasó muy rápido, al menos eso me pareció a mí. Los 20 kms. de bici los disfruté como nunca antes había disfrutado  una prueba en bicicleta, animando y animando, a los que pasaba y a los que me pasaban. Y por último me calcé los botines y me dispuse a completar los 5 kms. que me separaban de un triunfo personal que me había propuesto, y ahora, si tenía tiempo para pensar en mi donante (siempre lo hago en las pruebas que participo) y en mi padre que nos había dejado hacia justo un año. 
Cuando me paré después de cruzar la meta, busqué un rincón donde desahogarme y volví a llorar, esta vez de satisfacción y orgulloso de haber superado la prueba deportiva más difícil a la que me había enfrentado. Se me acercó un colega que también corría y, después de abrazarnos me dice: “quiyo para ser tu primer triatlón no está mal, parece que te han puesto un cohete”, y del llanto pasé a la risa porque un cohete no llevaba, pero propulsión extra si, y ya os imagináis de donde venía, así que si queréis aceptar un consejo, hacer alguna actividad física, porque seguro que os ayudará a llevar mejor cualquier enfermedad a la que estéis sometidos, y no olvidéis que los trasplantados tenemos una gasolina especial que nos suministrará una fuerza extra en todos aquellos momentos en los que la necesitemos.

Gracias profesionales de los trasplantes, donantes y familiares.



Autor: Enrique Delgado